Helvia Martínez falleció hoy a las 4 de la mañana, pero no se reveló la causa de muerte
Martínez tenía 20 años cuando trabajó para el artista Juan Fernando Olaguibel.
La modelo trabajó como secretaria en Pemex.
Por su trabajo y normas sociales, guardó durante 50 años el secreto de su participación en la realización de la famosa escultura ubicada en la fuente en la Avenida Paseo de la Reforma.
Historia7
Fuente de la Diana Cazadora (Ciudad de México)
La Fuente de la Diana Cazadora es una fuente monumental localizada en la avenida Paseo de la Reforma de la Ciudad de México. La escultura, llamada originalmente «La Flechadora de las Estrellas del Norte» representa a la diosa de la Grecia Antigua Artemisa o su equivalente romano Diana, de donde tomó su nombre flechando las estrellas. El diseño de la fuente estuvo a cargo del arquitecto Vicente Mendiola Quezada, y la escultura fue realizada por el escultor Juan Fernando Olaguíbel. Fue inaugurada el 10 de octubre de 1942 por el entonces presidente Manuel Ávila Camacho.
Entre los años 30 y los años 60 las autoridades capitalinas realizaron distintos proyectos de embellecimiento de la capital mexicana que implicarían la colocación de diversos monumentos y fuentes monumentales en el espacio público, en sintonía con el movimiento muralista y con la influencia estética del realismo socialista.
El entonces presidente de México, Manuel Ávila Camacho, a través del regente del Distrito Federal, Javier Rojo Gómez encargaron a la dupla conformada por el arquitecto Vicente Mendiola y el escultor Juan Olaguíbel —que realizaría en conjunto otros proyectos similares como la fuente de la Plaza California en la Colonia del Valle y la Fuente de Petróleos— la construcción de una fuente para la glorieta que se localizaba en Paseo de la Reforma cerca de la entrada al Bosque de Chapultepec.
El tema que eligieron los comisionistas fue el de Diana, la diosa romana de la caza, Artemisa en la mitología griega, pero en esta fuente, esa diosa en vez de cazar animales ahora flecharía las estrellas de los cielos del norte. La elaboración de «La Flechadora de las Estrellas del Norte», que tiene un peso aproximado de dos toneladas, ocurrió entre abril y septiembre de 1942 en un taller de la calle Obrero Mundial.
La identidad de quién posó para el artista fue por mucho tiempo un misterio, hasta que en el año de 1992 se supo que la modelo tenía entonces 20 años de edad, se llamaba Helvia Martínez Verdayes (hoy viuda de Jorge Díaz Serrano) y trabajaba por las tardes como secretaria en las oficinas de Petróleos Mexicanos, en una oficina dirigida por Vicente Mendiola, amigo del escultor. Fue ahí donde éste le propuso que modelara para la escultura. La joven aceptó y la escultura fue elaborada de abril a septiembre de 1942, mes en que finalmente se realizó la fundición en bronce de la misma.
Durante todo ese tiempo, Helvia Martínez Verdayes posó desnuda para el escultor sin recibir pago alguno a condición de guardar en el anonimato su identidad, como declararía más adelante en entrevistas para Canal 22 y para la revista Macrópolis en junio de 1992; además ella fue la modelo de la Fuente de Petróleos 10 años después, en 1952.
La Fuente de la Flechadora de las Estrellas del Norte fue inaugurada el 10 de octubre de 1942 y desde ese momento se ganó el afecto del pueblo, quien la empezó a llamar «La Diana Cazadora», pero desde esa fecha también se ganó las críticas de los sectores más ultraconservadores de la sociedad mexicana de la época, y un año después la Liga de la Decencia —de la que formaba parte Soledad Orozco, esposa del entonces presidente Ávila Camacho — tras una serie de actos de protesta que incluyeron la colocación de ropa interior de tela sobre la escultura argumentándose en motivos cristianos, logró que el gobierno capitalino censurara la escultura ordenando a Juan Olaguíbel colocarle un calzoncillo de bronce a su obra.
Sin embargo, el artista —previendo otros tiempos de mayor libertad— únicamente lo fijó con tres puntos de soldadura, en espera de poder retirarlo más adelante. En 1957 el monumento sufrió daños por el terremoto de ese año.
Al paso del tiempo, la mentalidad de la sociedad mexicana cambió y para aprovechar la celebración de las Olimpiadas de México 1968, el entonces regente Alfonso Corona del Rosal, en respuesta a una petición de Juan Olaguíbel, decidió retirar el taparrabos de bronce de la escultura, y así tras 25 años, la Diana volvió a lucir su belleza original en 1967. Sin embargo, al realizar esto, la estatua sufrió algunos daños. Para solucionar la situación, se decidió fundir una nueva pieza sin defectos para que ocupara ese lugar, mientras que la que resultó dañada fue vendida por el artista al regente para evitar que la pieza fuera destruida.
Esa pieza fue donada por el político a Ixmiquilpan, Hidalgo, su pueblo natal, donde permanece desde 1970. En 1967 la fuente apareció en una escena de la película Los caifanes de Juan Ibáñez, en donde los protagonistas le colocan ropa y El Azteca, protagonizado por Ernesto Gómez Cruz, besa la escultura.
Para 1974 con la construcción del Circuito Interior (hoy Circuito Bicentenario) la Diana fue retirada de su lugar y guardada dos años. Luego de las obras, en 1976 fue reubicada a un costado del extinto cine Chapultepec, en el Parque Ariel, en ese sitio la singular dama permaneció olvidada por un espacio de 16 años. Ante las presiones de la ciudadanía, la Diana regresó en 1992 al Paseo de la Reforma, pero esta vez al cruce de Río Mississipi y Sevilla, en donde existía un monumento al Sistema Cutzamala ("Las regaderas" o "los paraguas") y permanece en ese sitio.
En 2016 la modelo Helvia Martínez recibió un reconocimiento por parte del Senado Mexicano y otro, las "Alas de la ciudad" por el Gobierno de la Ciudad de México.
DESCANSE EN PAZ
La Ciudad de México guarda pocas historias tan fascinantes como la de Helvia Martínez Verdayes.
En tiempos de la Segunda Guerra Mundial, Helvia tenía 20 años y trabajaba como secretaria del director de Pemex, Vicente Cortés.
Parte de su trabajo consistía en descifrar los mensajes que llegaban a Pemex en clave secreta: muchos años más tarde ella relató que fue así, con un mensaje en clave, como el director de la paraestatal se enteró de que los alemanes acababan de hundir los buques petroleros Faja de Oro y Potrero del Llano.
En esos días de azoro y miedo, en el archivo de la dirección general, Helvia apareció por primera vez en el campo visual de dos personas que iban a marcar su vida. El arquitecto Vicente Mendiola y el escultor Juan F. Olaguíbel.
“Los recuerdo bien —relató ella, 50 años después—: Mendiola y Olaguíbel, sentados, mirándome. Yo estaba acostumbrada a los halagos, pero estas miradas fueron demasiado insistentes”.
Fue Mendiola el que se acercó para contarle que estaban trabajando en un proyecto: “Hacer una hermosa fuente con una estatua” frente a la puerta de los Leones del bosque de Chapultepec.
“Querían que yo fuera la modelo.
Me sorprendí tanto que me eché a reír. Pero esa noche no dormí un segundo”.
Al día siguiente, Mendiola y Olaguíbel insistieron y citaron a Helvia en el hoy desaparecido restaurante Tampico de la calle de Balderas: el comedero de moda entre los políticos y las estrellas de cine de la época: el mismo en que, dice la leyenda, se inventó la carne a la tampiqueña.
Fue en una servilleta donde El Indio Fernández le escribió a Dolores del Río el argumento general de “María Candelaria”.
Fue en una servilleta donde el arquitecto Mendiola le dibujó a Helvia el boceto de lo que sería la Flechadora de la Estrella del Norte: la referencial e imprescindible Diana Cazadora.
“Les dije que sí, pero a condición de que se guardara el secreto… estaba en juego mi empleo y mi reputación”, relató Helvia.
“No tenga usted cuidado”, le respondieron; le preguntaron cuánto iba a cobrarles:
“Si cobro, no puedo exigir el secreto. No quiero nada”.
Siempre releo con deleite el relato de lo que ocurrió el día en que aquella joven llegó al estudio de Olaguíbel, en Obrero Mundial.
Le pidieron que se desnudara. Se negó. Insistieron:
“Es necesario que se desnude, Helvia”.
Entró al baño. Salió cubierta con un lienzo y subió al estrado. Una vez ahí:
“Arrojé el lienzo. Me entró una tremenda timidez. Vi el techo queriendo esconderme de sus miradas. Poco a poco bajé la vista y descubrí sus admirados rostros, sus ojos sobre mi cuerpo. Me latía el corazón”.
Un fotógrafo giraba a su alrededor, retratándola: “Los tres hombres me miraron, los tres hombres perdieron la serenidad”, dijo Helvia.
Una tarde, Olaguíbel le habló para decirle que la Diana estaba lista y que necesitaba tomarle una foto junto a ella: “Estaba mojada… y enorme, majestuosa, hermosísima”.
El secreto de la Diana Cazadora permaneció sellado a lo largo de 50 años. El caso de Helvia se une a través de una corriente secreta con el de la costurera Ernesta Robles, la modelo del Ángel de la Independencia, quien en 1903 accedió a posar ante Enrique Alciati a condición de que su identidad se mantuviera en el anonimato.
A Robles la había descubierto, en la penumbra de un salón de baile, el marmolista César Augusto Volpi. Quedó tan impactado que no dudó en presentarla con el encargado de realizar el conjunto escultórico que iba a acompañar la columna de la Independencia.
A cambio del secreto, y de un pago de tres pesos diarios, Ernesta legó a la ciudad el prodigio de su cuerpo. Durante medio siglo se vio a sí misma convertida en la imagen tutelar de la capital, presidiéndola desde lo alto, bañada completamente en luz, en oro.
La verdad afloró cuando un terremoto tiró el Ángel y, al pensar en la reconstrucción, las autoridades comenzaron a preguntarse quién habría sido la modelo. Una mujer que para entonces tenía más de 70 años de edad, y que vivía en una vecindad de la colonia Portales, les dio la respuesta: ella había sido “la irrepetible y portentosa Victoria Alada”.
Helvia se contemplaba también al pasar por el Paseo de la Reforma, tal como la vio el poeta Efraín Huerta: “metal, bruma y silencio”, “persistiendo a la niebla”, convertida “en esencia de horizonte” y también en “frágil sueño”.
Diez años más tarde volvió a posar para Olaguíbel: esta vez convertida en la figura central de la Fuente de Petróleos que, suspendida ante un chorro de agua, muestra con las manos el futuro.
En 1992, al cumplirse 50 años de la inauguración de la Diana, Helvia publicó el libro que develaba el secreto, y en el que cintilaban las fotos captadas durante aquella sesión histórica.
Tenía entonces 70 años y se vio brillar en Reforma durante 30 más.
Pero el sábado pasado, la ciudad perdió a su Diana Cazadora.
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