El presidente Andrés Manuel López Obrador, aceptó desgaste en su popularidad y dijo que se encuentra bien con el respaldo popular, pero destacó que el día en que el pueblo no lo quiera “va a llorar” y se va para su finca en Palenque, Chiapas.
Andrés Manuel López Obrador es un presidente que difícilmente sorprende. Es un político que avisa, que abre su juego con anticipación. Por tanto, se puede prever su comportamiento de cara a lo que será su último año de gobierno, que inició el domingo pasado.
En los últimos 364 días veremos la versión más hipócrita y cínica del presidente. Empezando por eso de que se dedicará al gobierno y dejará lo electoral. Será justo al revés. El presidente dejará el gobierno y se dedicará a la campaña. Si no ha podido zafarse del modo-campaña en todo el sexenio, menos ahorita que se requieren sus mejores oficios.
En los últimos 364 días resucitará el “AMLO amoroso”. El que resurge siempre que necesita mostrarse moderado para ganar votos. El del 2006 que dialogaba con todos, el del 2012 que tendía la mano, el del 2018 que decía haber aprendido y que todos cabían. La misma farsa que dura hasta el día siguiente a las elecciones. A ver si se la vuelven a creer.
En los últimos 364 días, él se encargará de la campaña y encomendará al Ejército que termine —haiga sido como haiga sido— las obras más llamativas (el tren maya, etc.), con el objetivo de que se evalúe su administración en función de las cuatro-cinco obras que sirven para poco, salieron mucho más caras y difícilmente quedarán completadas para cuando él deje la Presidencia. Porque en lo demás, el ejercicio gubernamental ya se agotó y los resultados son terribles. No hubo Cuarta Transformación de nada. Frente a cualquier cuestionamiento, seguirá en el guion del sexenio: culpar de todos los problemas al pasado.
En los últimos 364 días implementará el modelo de operación electoral que ya nos enseñó: hacia afuera dirá que es el proceso más limpio y democrático de la historia, que él no incide. Pero en el fondo todos sabemos cómo se mueve. Las secretarías de Estados al servicio de la campaña, el presupuesto también, los gobernadores con cuotas de votos, él amagando a los medios de comunicación que no se doblen, apretando las tuercas del empresariado para que financien las campañas de los suyos, en el SAT y la UIF atentos para intimidar a quien sea necesario, los operadores amenazando a la gente con que, si no sigue Morena, se acabarán los programas sociales. Y mientras, mantener al INE arrinconado y achicado, y dar manga ancha a los cárteles para que operen electoralmente a favor de Morena, como ha sucedido en el pasado.
En los últimos 364 días tratará de escribir su nombre con letras de oro en la Historia. Pero a la historia no se entra por decreto. Y tengo la impresión de que el juicio que le espera será implacable.
Dentro de un año se irá Andrés Manuel López Obrador. Al dejar la presidencia desaparecerá, no volverá a tener ningún tipo de intervención en la vida pública de México dice… y esperará en Palenque el juicio de la historia.
Fuentes: Diarios, revistas e internet
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