12 de noviembre de 2017
Kulkulcán “desciende” de la pirámide de Chiché n Itzá
Como cada año, con la llegada del equinoccio de primavera, la explanada frente a la gran pirámide de Kukulkán, en la ciudad maya de Chichén Itzá, se llena de gente que acude a contemplar el descenso de la serpiente. (ver video)
Durante unas cinco horas, el día 21 de marzo –el prodigio se repite en el equinoccio de otoño, el día 22 de septiembre– se produce un hipnótico juego de luces y sombras, una ilusión óptica que permite ver cómo, sinuosamente, el cuerpo de una serpiente repta desde la cima de la pirámide hasta la cabeza de la serpiente emplumada que se halla en la base.
Varias horas antes de ponerse el sol, todos los espectadores están atentos a la aparición de esa forma de luz ondulada que va formando un total de siete triángulos isósceles que parecen tener vida propia.
La pirámide es en realidad un calendario gigante que señala los cambios de estación, el paso de los días... y demuestra los profundos conocimientos de matemáticas, geometría y astronomía que los mayas poseían.
Bautizada por los españoles como el Castillo, es el edificio más importante de la magnífica ciudad de Chichén Itzá, que los mayas erigieron en el año 525 d.C. Esta se halla en la península mexicana de Yucatán y consta de diecisiete grandes edificios y un cenote sagrado. La visita a este impresionante sitio arqueológico es una de las máximas atracciones de la ruta por este territorio caribeño y selvático.
Pero…… Arqueólogos desmintieron la creencia popular de que, en los equinoccios, Kukulcán descienda de la pirámide principal de Chichén Itzá. Sin que ningún estudioso o investigador de la cultura maya los desmintiera, los arqueólogos Pedro Francisco Sánchez Nava e Ivan Sprajc plantearon que no existen vestigios arqueológicos o evidencia epigráfica que den cuenta de que los mayas hayan construido conscientemente la pirámide principal de Chichén Itzá para recibir los equinoccios, de modo que —aseguraron— el descenso de Kukulcán es un mito.
Al participar en el primer día de trabajo de la VIII Mesa redonda de Palenque, los expertos explicaron que este planteamiento es producto una investigación de largo aliento que iniciaron en el altiplano central en un día de 1994, pero que a partir de 2010 la emprendieron en distintas regiones de Mesoamérica con resultados satisfactorios.
"Es el famoso juego de luz y sombra en Chichén Itzá desde hace varias décadas, después de que lo escribía Luis E. Arochi en su obra La pirámide de Kulkulcán, y Rivard lo expresara en 1969. Ellos propusieron que ese fenómeno fue diseñado por los mayas, es decir que El Castillo era resultado de un diseño consciente con el que querían registrar los equinoccios, interpretado así como 'el descenso de Kukulkán', ya que el fenómeno es muy vistoso, pues sucede en la escalinata norte, la única de las cuatro escalinatas que tiene conservadas las cabezas de serpiente en sus bases", detalló el arqueólogo estadunidenses.
A partir de esos planteamientos y la cultura del New Age, este fenómeno se hizo muy popular, y en los último años la Zona Arqueológica de Chichén Itzá ha recibido a miles de visitantes que acuden al sitio en los equinoccios —sobre todo en el de primavera— para presenciar este hecho".
Lo que encontraron los investigadores es que previo y posterior al equinoccio de primavera, del 15 al 29 de marzo, durante todos esos días se registró el descenso de Kukulcán, de acuerdo con material fotográfico que se tomó cada cinco minutos, a partir de las 14:00 horas y hasta la puesta del sol.
El resultado de esta investigación es que, si lo que se quiere es ver el "descenso de Kukulcan" a través de las sombras de los triángulos escalonados, Chichén Itzá puede visitarse cualquier día, lo que tendría efectos benéficos para la conservación del patrimonio arqueológico.
Hasta donde se sabe, precisaron los expertos, los equinoccios no tenía ningún significado en Mesoamérica, ni para los mayas, al parecer no tenían concepto de equinoccio tal y como se define la astronomía moderna; de hecho, hay muchas culturas antiguas del mundo que no tenían concepto alguno del equinoccio.
Por lo pronto vean el “descenso” de la serpiente