12 de agosto de 2019

Aniversario de la caída de Tenochtitlán


El 13 de agosto de 1521, fue la batalla final que marcó la caída del imperio Azteca de lo que sería México mestizo de hoy y que marca el final de la primera etapa de la unión del mundo europeo y el mesoamericano, siendo la victoria de los aliados parte de la colonización española de América.


Comenzaba el año de 1521 con la coronación como emperador de Cuauhtémoc, último de los reyes azteca-mexicas, y que tenía uno de los destinos más dramáticos y tristes entre todos los reyes que habían presidido los sagrados sacrificios a Huitzilopochtli y los cultos al remoto y brillante Quetzalcóatl.

El joven Cuauhtémoc seguía los preparativos y atacaba continuamente las posiciones de Cortés. Cuauhtémoc y Cortés estaban preparados.

En mayo de 1521 comenzó el sitio y defensa de la heroica de la ciudad más majestuosa y bella de las américas. La ciudad que emergía de la laguna como un milagro.

La lucha entre las dos fuerzas, adquirió caracteres de epopeya. Cuauhtémoc procuraba tener aliados en las riberas de la laguna que le procurasen suministros para sostener el cerco. Por su parte Cortés o bien hacía aliados o los sometía por la fuerza El éxito para ambos estaba en este punto, pero los tenochas tenían contra sí en esta guerra “diplomática” el hecho de ser el pueblo dominador de los ribereños y que por tanto al ser tributarios, deseaban quitarse el dominio de Tenochtitlán sin penar tal vez que iban a caer en otro peor.


Cortés tenía la ventaja de poder ofrecer, al menor ofrecer. El capitán sentó sus bases en Tlaxcala y a la vanguardia en Texcoco, desde donde intentaría el cerco de la gran Ciudad. En Tlaxcala dejó una pequeña guarnición con el encargo de construir trece bergantines con lo que fuera aprovechable de las naves que había ordenado dejar “de través”. El con el grueso del ejército se trasladó a Texcoco y desde allí comenzó la intensa labor de circunnavegar la laguna. Cotlichan, Ixtapalapa, Tepoxtlán, Xochimilco, Azcapotzalco y demás pueblos que bordeaban la laguna, fueron tomando posiciones aunque a veces, más de forma aparente que decidida. Pueblo que había prestado lealtad a Cortés, comerciaban de noche con los Tenochcas. De la misma forma las tropas de Cuauhtémoc no cesaban de hacer incursiones contra las fuerzas de Cortés o contra sus aliados. Por lo tanto, el que tuviera más puntos de apoyo, tendría más oportunidades de ganar.


Llegaron los bergantines de Tlaxcala y quedaron en el canal que habían hecho los españoles.

Parece de leyenda que a dos mil cuatrocientos metros sobre el nivel del mar, tan importantes los bergantines, sin embargo fueron de una importancia vital para el desarrollo del cerco, ya que fueron ellos los que permitieron a Cortés de la vigilancia de la laguna y así impedir que los Tenochcas pudieran proveerse de alimentos.


Fueron 75 días de intensas batallas. Las calzadas y la laguna sirvieron de escenario de encarnizadas batallas. Los Tenochcas ya eran presa del  hambre por la falta de alimentos, no obstante, seguían luchando fieramente, pero llegó el momento que ya no era posible sostener los cuerpos hambrientos y entonces Tenochtitlán fue tomada. Pero para ello fue necesario que los cristianos la destruyeran piedra por piedra, casa por casa, porque los valientes mexicas hambrientos y debilitados, opusieron una resistencia en tal grado heroica que los mismos invasores no entendían de donde surgían tantos y de donde podían sacar fuerzas para sostenerse alimentándose de raíces de insectos y de todo lo que caía en sus manos.

Y se nos ocurre pensar que, en el atardecer de aquel 13 de agosto de 1521, algún papahuaque mirando a Quetzalcóatl fijo y titilante en el firmamento, oyó que le decía:

¿Qué haré nahual mío?
Y este le respondió:
Puesto que la cosa salió mal
Que resulte como sea.

Y parece que los mexicas, antes de inmolar su vida en defensa de su gran Tenochtitlán pudieron decir lo que un día lejano habían cantado sus dioses.

¿Cómo habremos de vivir?
¡No se mueve el sol!
¿Cómo en verdad haremos vivir a la gente?
¡Que, por nuestros medios, se robustezca el sol!
Sacrifiquémonos, muramos todos.
Y así hicieron.

Y se cuenta que los papahuaques vieron volar sobre las ruinas aún calientes de la gran ciudad el prodigioso colibrí de la leyenda, al fiero y duro Huitzilopochtli que, limpiándose una lágrima, les decía:

Habéis luchado con coraje y valor
Y creceréis como crece el nopal en el desierto
Y vosotros mexicas,
Y los primos y los primos de Tarascos y Toltecas
Y los pueblos del Anáhuac
Y loa vecinos del norte y de los Mayas
Y todos los pueblos de la raza
Creceréis señores de estas tierras Durante todos los soles.




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