5 de junio de 2021

El mesías de Palacio


 A un día de las elecciones más grandes que se hayan llevado a cabo en México, Es tanto el poder que ha acumulado el presidente Andrés Manuel López Obrador, que la idea de soltar una parte parece tener muy preocupado al Presidente


En plena conferencia oficial, desde el recinto del Poder Ejecutivo federal y a un día de las elecciones federales donde se juega la evaluación de la mitad de su gobierno, el presidente Andrés Manuel López Obrador proclamó su cristianismo y su admiración por Jesucristo como un luchador social espiado, perseguido y crucificado por los poderosos por su amor por los más pobres y débiles. El discurso del mandatario tomó un tono mesiánico cuando un reportero, supuestamente de manera espontánea, le preguntó por la religión que profesa y, como si ya tuviera lista su respuesta, López Obrador soltó:

“El cristianismo, lo que yo practico, tiene que ver con Jesús Cristo porque yo soy seguidor del pensamiento y de la obra de Jesús. Creo que es el luchador social más importante que ha habido en el mundo, en la tierra. Por eso, los poderosos de su época lo seguían, lo espiaban y lo crucificaron. Porque él era amor y profesaba un profundo amor a los pobres, a los débiles y a los humildes. Si todos fuéramos cristianos en ese sentido, viviríamos en una sociedad mejor. Entonces porque hay la paradoja, como en todo, de quienes son seguidores de Jesus Cristo, pero no siguen su ejemplo”, dijo el mandatario, quien apenas hace una semana fue catalogado en la portada de la revista británica The Economist, como “El falso mesías de México”.

No es la primera vez que el Presidente habla de su religiosidad y de su admiración por Cristo. Lo ha hecho en cada campaña de las tres que encabezó y, siempre que tiene oportunidad, invoca su cristianismo y habla del mesías cristiano y católico en su condición de mártir, perseguido por el poder y atacado por defender a los más pobres. Es como si López Obrador, al hablar de la figura de Jesucristo como un “luchador social”, intentara, sin decirlo, establecer un paralelismo entre la doctrina cristiana y su doctrina política.

El pronunciamiento religioso del Presidente tiene, como siempre que lo invoca, un fin de provocación, pero también puede tener varias interpretaciones, de acuerdo al contexto en el que lo dijo. Lo primero es que López Obrador se presente, justo en vísperas de sus primeras elecciones intermedias, como un “luchador social” que igual que Cristo, es perseguido, espiado y “crucificado” por los poderosos que buscan derrotar y frenar a su gobierno. Eso puede entenderse como una crítica a la suma de sus adversarios políticos, pero también como un señalamiento directo a los poderosos empresarios que realizan activismo en su contra en las recientes campañas.

Hasta ahí los dichos religiosos del Presidente no pasarían de ser uno más de los desplantes y provocaciones domésticos a los que es tan afecto el Presidente, que fue el único actor político que se brincó, con sus conferencias mañaneras, la veda electoral que impone silencio en vísperas de las votaciones. Pero hay un elemento que parece referirse a otro tema que ayer incomodó y molestó al inquilino de Palacio Nacional: la respuesta indirecta que llegó desde Washington a la queja diplomática expresada por el Gobierno de México por el financiamiento que se otorga desde la Casa Blanca a organizaciones como Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, a los que la administración lopezobradorista ubica como “opositores” a su administración.

El Memorandum NSSM-1 que ayer emitió el gobierno de Joe Biden, en donde solo habla sobre la “Lucha contra la corrupción como un interés central para la Seguridad Nacional de los Estados Unidos”, establece con toda claridad que el gobierno estadunidense, a través de sus distintos departamentos y agencias seguirán financiado a gobiernos, organismos y periodistas de todo el mundo que se interesen en denunciar y combatir la corrupción en todas sus formas. En contra de lo que le pidió el gobierno de López Obrador, que dejara de financiar a organismos civiles mexicanos que exponen temas de corrupción y defensa de derechos y libertades, la administración Biden no sólo rechazó tácitamente esa petición sino que declaró de mayor prioridad para los intereses estadounidenses, seguir financiado y apoyando proyectos como el de Mexicanos contra la Corrupción.

A pesar de que ayer mismo el canciller Marcelo Ebrard salió a tratar de negar cualquier relación entre el memorando de Washington y la carta diplomática que él mismo redactó y entregó en la embajada estadunidense por instrucciones del presidente, es evidente que el contenido de ese documento no sólo fue la respuesta a la queja mexicana, sino también un fuerte mensaje para el gobierno lopezobradorista y sus ataques a la libertad de expresión y a catalogar como “enemigos políticos” a organismos de periodistas que se dedican a investigar y exponer la corrupción gubernamental.

Tal vez por eso, tras profesar su devoción cristiana y su admiración (que a veces parece obsesión) por el martirio y crucifixión del personaje al que los católicos y cristianos ven como un “redentor” y como el “camino a la salvación, mientras que él lo define como “el luchador social más grande”, López Obrador soltó al final un comentario que parece llevar dedicatoria para otro presidente que, como él, se ha confesado en público como un ferviente seguidor del cristianismo católico, que suele hacer invocaciones abiertamente religiosas en sus discursos políticos y a quien el diario The New York Times llamó “El ápostol político del movimiento cristiano”: el presidente de los Estados Unidos, Joseph Biden.

¿Será a Biden a quien se refiere López Obrador cuando dice: “Porque hay la paradoja, como en todo, de quienes son seguidores de Jesucristo, pero no siguen su ejemplo”? En todo caso lo que queda claro con el discurso mesiánico y abiertamente religioso del Presidente, pronunciado a unas horas de las elecciones, es que el Presidente está claramente preocupado por el resultado electoral de este domingo y una vez más recurre al discurso de victimización y de los “poderosos” que persiguen y atacan a su gobierno.

Y aunque casi todas las encuestas que se conocieron en la víspera de las votaciones de mañana dirían que no hay razón para que el Presidente se victimice y hable de crucifixión, tal vez los números que esperan en Palacio Nacional son demasiado exigentes o se niegan a aceptar que el Presidente, después del 7 de junio, ya no tendría la posibilidad de modificar la Constitución ni hacer más reformas que fortalezcan su poder y su proyecto. Es tanto el poder que ha acumulado, que la idea de empezar a soltar una parte de ese poder con una Cámara de Diputados más plural, parece tener muy preocupado al Presidente.



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