En su conferencia mañanera el presidente acusó que la molestia de sus adversarios es porque “querían agarrar un pollito y les salió gallo”, de nueva cuenta, salió en defensa del subsecretario de Salud al señalar que, además de declararlo inocente, le haría un reconocimiento público y mundial, así como a todo el equipo que ha ayudado a enfrentar la pandemia.
Se quedará esperando el reconocimiento mundial por su masacre. Ahí estará, en su rancho, con su mirada perdida en fantasías y también con su Doctor Muerte
“Era como un gallo que creía que el sol había salido para oírle cantar”
-George Eliot
Seguro que ayer López Obrador no pensó en el dolor de despedir a un ser amado víctima de la negligencia que ha provocado su gallo, como él le llama, Hugo López-Gatell, en el manejo de la pandemia de Covid 19.
El presidente no fue empático, ha tenido una dura semana y se le nota la frustración en el semblante, en su mirada perdida entre el enjambre de sus pensamientos estancados, como la economía del país, desconectada de la realidad, como su aeropuerto aldeano, bañada de fantasías, como el tren de vida millonario de su hijo en Texas. El presidente está muy enojado, anda mal y de malas, otra vez.
De pronto, el complejo sale a luz en cadena nacional y, como siempre, la ilusión, o el alucín, le arranca terrenos a la realidad.
El salón Tesorería de Palacio Nacional desaparece de su mente y el presidente ya no está ahí, en su cabeza se imagina una ceremonia transmitida a todo el globo, como si fuese un concierto intercontinental de MTV, donde los representantes de todo el planeta le rinden pleitesía y lo premian con un reconocimiento mundial por su manejo de la pandemia, sí, López Obrador y su 4T y su gallito se bañan de aplausos que vienen igual de poderosos presidentes como de las personas más ricas del planeta, los vivas inundan el Zócalo y parece que hacen temblar hasta Siberia, todos lo aman, todos lo admiran, todos se le cuadran y todos siguen su ejemplo.
Pero la fantasía termina pronto, la mente del presidente debe volver a su mañanera, escuchar alguna otra pregunta y volver a soñar consigo mismo en un papel de estadista o, más bien, de semidiós que lo transforma todo acorde a sus deseos.
Si López Obrador fuese menos fantasioso hace mucho que habría despedido a López-Gatell ante el desastre humano, que hoy cobra, de manera extraoficial, más de 650 mil muertos por Covid 19, si actuara alejado de complejos hubiera podido salvar miles de vidas y tendría el reconocimiento de sus adversarios por haber sabido dar un giro de timón en el momento preciso.
Pero al presidente le ganó, también ahí, la víscera y ha embadurnado gran parte de su capital político en el berrinche de mantener a un impresentable como López-Gatell, se ha tragado el ridículo internacional y ha condenado su legado en la historia al de un incapaz que se mareó en el espejo de narciso antes que mover un dedo por el pueblo al que tanto dijo amar.
Seguramente, en unos años más, López Obrador se quedará esperando el reconocimiento mundial por su masacre, ahí estará, en su rancho, solitario, con su mirada perdida en fantasías y, también, con su Doctor Muerte.
Y a los deudos… ¡ojalá que les llegue justicia!
Luis Cárdenas
Fuentes: Diarios, revistas e internet
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