17 de marzo de 2016

Kate del Castillo su entrevista en 2 parodias


Como la entrevista que hizo a un semanario fue tremendamente cursi y aburrida, que a lo mejor es verídica y sincera, pues decidimos darle una manita, mejorando su narración sin cambiar su estilacho muy mexicano.


Por Jairo Calixto Albarrán


El encuentro 

Aquella mañana el café me supo diferente, quizá porque por los nervios, en vez de azúcar le puse coca. (Circula este chiste: Que el Chapo puso la coca y Kate puso la……entrevista) ! Me iba a encontrar con el hombre más buscado ! Miniinfarto.

El avión privado nos dejó en un monte a mí, a Sean, a los productores y al maravilloso mariachi Los Reyes, que siempre me acompaña. Pregunte en voz alta al hijo del Chapo si nos vendarían los ojos. Sean me miró con sus ojos llenos de experiencia. Entre histriones existe un lenguaje mudo entre miradas, un periplo sin regreso (sea lo que signifique eso), en su mirada me dijo. “! Si no es piñata !”.


Cenamos comida mexicana. Bebí tequila. Bebida noble, cuyo proceso es divino, no tanto porque emborrache a mi cabecita solitaria, sino porque es México. Después de varias horas de plática, le dije: “Y nuestro proyecto también va a servir para resarcir de alguna forma a las víctimas del crimen  organizado, amigo, ¿cómo ves?”. Él me veía con esa mirada penetrante que me atravesaba el cráneo y argumentó: “Ya estás peda”.

Me acosté totalmente vestida, pues si había que correr estaba lista (porque se corre más cómoda vestida que encuerada). Además era la única mujer entre tanto macho. La verdadera pesadilla la viví después del viaje. A partir de entonces me pregunté: ¿los productores, Sean y yo tendremos una historia que nos unirá para siempre, y sobre todo, será éxito de taquilla? No lo sé y eso no define quién soy. Gracias a Dios.

Los Tacos 

Soy mexicana, mi papá es muy mexicano y mi mamá también, aunque el Sancho era irlandés y yo vivo en Miami, por eso mi nombre es Kate. Recostada sobre mi diván color perla, en medio del apartamento que tengo, recordé el primer encuentro que tuve con los abogados de mi amigo el Chapo y la orden que habían recibido de llevarme a comer al mejor restaurante de la zona, aunque yo opté por pedir unos tacos, pues el sincero amor que mi familia me ha dado no se compara con el que yo le profeso a los tacos al pastor, tan sabrosos y mexicanos ellos que, hace algún tiempo, en una de esas noches de insomnio a las que estoy acostumbrada desde que grababa Muchachitas, medité la posibilidad de crear una cadena de taquerías y, emocionada, abrí mi correo para contarle a mi mejor amiga, casi hermana, Jessica, la decisión que había tomado.

Estaba en eso cuando vi un nuevo mensaje en mi bandeja de entrada, el remitente era desconocido, pero mi ímpetu aventurero me orilló a abrirlo y leí: “Se escapó el Chapo". La impresión de la noticia me estremeció al punto de acelerar mi paso hacia el cuarto de baño, la cena ligera que había ingerido horas antes debía salir con urgencia, me quería morir.

OTRA MAS 

Por Juan Ignacio Zavala

Mi encuentro con “El Chapo”

Desde que supe que me iba a reunir con El Chapo pensé que era algo definitorio en mi vida. Me apasionan el cine y la actuación y, desde hace un tiempo, también tengo una pasión por el tequila. A pesar de tener raíces anglosajonas, llevo a México en el alma, mi pobre y golpeado México. Me encanta el agave, el proceso de elaboración y, sobre todo, tomármelo.

Un día estaba tranquila tomando unos tequilas cuando vi en mi correo electrónico que me buscaban ¡los abogados de Joaquín Guzmán, El Chapo! Mi corazón empezó a latir apresuradamente. Creí que me iba a dar un miniinfarto, empecé a sudar, me temblaban las manos. Me acordé que estaba cruda y fui por una chela y un tequila doble. No era para menos. Yo quería que El Chapo traficara con amor y ahora me contactaba.


Tuve una reunión con ellos. Por supuesto estaba muy nerviosa, no tenía hambre, el estómago se me había achicado. Así que mejor me pedí unos tequilas y comí algo ligero. Ellos fueron muy amables y quedamos de trabajar en el proyecto en el que yo tendría la exclusiva ¡No lo podía creer! Al subir al avión con tantas emociones y tragos abracé a los pilotos. Han de haber pensado que las mexicanas somos muy apasionadas. O muy pedas.

La noche de la fuga de El Chapo estaba con unos amigos en un bar festejando una pelea de box. Yo estaba feliz, pues había una barra llena de botellas de tequila. Entró una llamada y me avisaron que El Chapo se había fugado. Me puse nerviosa, otra vez el corazón a gran velocidad. Miniinfarto. Empecé a ver borroso todo. Veía que mis amigos jugaban billar con bolas de ping pong o algo así, oía gritos de "¡fondooo, fondooo!". Estaba mareada y me fui a mi casa. Creo.

Meses después hice el plan para reunirme con El Chapo. Por los productores que tenía conocí a Sean Penn, que me hizo confiar con su mirada azul y su cabello canoso. Yo tenía en mi casa al fabuloso mariachi Los Reyes, que me acompaña cuando la nostalgia me gana, y brindamos con tequila. Para nada imaginaba que Sean fuera a resultar un ojete de primera categoría. Yo creía en traficar con el amor.

Al día siguiente partimos rumbo al encuentro con don Joaquín. Todo lo pagué yo. Por supuesto que era un viaje intenso, no sabíamos nada. Viajamos en avión, después en coche unas horas, y luego en una avioneta. Teníamos miedo, pero me acordé que traía la botella de tequila y le di un buen trago.

Ya con nuestro anfitrión, que en todo momento se portó como un caballero, dije: es el episodio más impresionante que he vivido. Y me eché unos tequilas. Por supuesto que hicieron efecto. Chupar desde las ocho de la mañana no es buena idea para una primera cita de negocios, pero lo intenté. Soy temeraria.

Ya entrada la noche El Chapo notó que estaba hasta atrás —igual y lo notó antes, pero no lo sé— y me llevó a mi habitación, donde una cama estaba de un lado del biombo y otras del otro. Mi lugar era el de la cama individual. Ahí nos despedimos, él con una gentileza inolvidable y yo agradecida. "Gracias por compartir estas horas amiga", "Gracias a ti amigo". Fue lo que me acuerdo que dije.

Como era la única mujer ahí, me acosté vestida. Por pudor y porque estaba superpeda.

Después, todo fue una pesadilla.

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