9 de octubre de 2016

N1: el cohete Ruso que NO los llevó a la Luna


Allá por los años 60 del siglo XX tuvo lugar un acontecimiento único en la historia de la humanidad. En plena Guerra Fría, las dos superpotencias decidieron llevar su rivalidad al espacio con el fin de intentar poner un hombre en la Luna.




La competición finalizaría cuando Neil Armstrong puso un pie en el Mar de la Tranquilidad en julio de 1969. Durante años, la Unión Soviética negó que hubiese participado en la carrera lunar y muchos pensaron que Estados Unidos había competido en solitario. Pero estaban equivocados. La URSS se esforzó por adelantarse al programa Apolo de la NASA… aunque no se puede decir que lo intentara con todas sus fuerzas.

Ésta es la historia del programa lunar soviético. Amy Shira Teitel de Vintage Space, ha comenzado una miniserie sobre los antiguos programas espaciales soviéticos y sus paralelismos con algunos de los más actuales, especialmente el SpaceX de Elon Musk.

 Aquí narra la curiosa historia del cohete N-1,

 

 El N1 era un cohete originalmente planteado por los soviéticos a finales de los 50 y especialmente en los 60 para lanzar misiones tripuladas a Venus y Marte (para sobrevolarlos, no aterrizar).

Pero llevados un poco por las prisas de la carrera espacial y politiqueos varios tomaron «algunos componentes de aquí y allá» y ensamblaron un armatoste un poco al estilo Monstruo de Frankenstein con el que alcanzar la Luna.


El N1 era sin duda poderoso; como dice al Teitel «al fin y al cabo se necesita bastante potencia para enviar un trasto a Marte» y acabó diseñándose con lo que se sabía de cohetes anteriores, ni más ni menos que con 30 motores NK-15. Para colmo no se llegó a probar nunca en tierra; las pruebas se hicieron directamente en lanzamientos en vertical.

En el vídeo se pueden ver bastantes fotografías de los espectaculares «fuegos artificiales» en los que se convirtieron los lanzamientos. El primero fue sencillamente brutal: se elevó un poco, comenzó a caer y se estrelló sobre la plataforma de lanzamiento, destruyéndose no solo el proceso sino acabando también con la plataforma al completo – por suerte no hubo víctimas. En el segundo intento el fallo fue también incomprensible, con varios motores fallando casi simultáneamente; el tercero parecía mejor, pero también acabó mordiendo el polvo. En el cuarto todo parecía ir bien hasta que en T+77 segundos otro fallo apagó los motores y la gravedad hizo el resto.

El problema se analizó como buenamente se pudo y se encontraron varias causas, principalmente las insuficientes pruebas previas: por un parte, la mala calidad de los motores, por otra diversas fugas y también sensores que se disparaban sin razón aparente. Un sistema automático de control llamado KORD, que controlaba el estado y funcionamiento de los 30 motores se mostró especialmente «cabezota» y se empañaba en apagar los motores a las primeras de cambio – aunque se suponía que la pérdida de uno o varios podía ser compensada.

A pesar de lo mastodóntico y majestuoso de su ingeniería, construcción y tamaño el N1 fracasó miserablemente en su misión principal y como es bien sabido los soviéticos nunca pudieron llegar a la Luna.


A Teitel le inquieta que los nuevos cohetes de SpaceX tengan no 30 sino… ¡42 motores! Lo cual significa 42 sitios en los que algo puede salir mal en la misma nave. Por suerte la ingeniería, sistemas de control, materiales y sobre todo las fases de pruebas de la astronáutica moderna y de SpaceX son bastante superiores a las de la época soviética.