Entre tlayudas, doraditas, huaraches y otras expresiones gastronómicas, se reinstala en la cartelera gubernamental el culebrón político-monetario que protagonizan Julio Scherer Ibarra, Olga Sánchez Cordero, Alejandro Gertz Manero, y Adán Augusto López que mantienen empantanado el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador
Julio Scherer Ibarra, el definitorio ex mayordomo jurídico al que asignan roles de sospechosismo delictivo casi consustanciales a su incriminable oficio; Olga Sánchez Cordero, la sutil ex secretaria de Gobernación cuyo administrativo aroma floral se convertía en pócima cultivadora de confabulaciones con el superpolicía de gabardina oscura o abrigo igualmente detectivesco e inicial apellido drástico, Gertz Manero Alejandro, el fiscal implacable con sus ex familiares políticos y despacioso cual quelonio en el resto de los asuntos, los de colectivo interés nacional.
La junta se dio por idea del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien en los últimos días ha atestiguado el potencial que tiene el pleito Gertz-Scherer: una implosión que destruye a su gobierno.
Pero La reunión terminó mal. Muy mal. A gritos entre el fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero, y el exconsejero Jurídico del presidente, Julio Scherer Ibarra… El anfitrión y convocante del encuentro fue el secretario de Gobernación, Adán Augusto López.
Además, el fiscal Alejandro Gertz confirmó a Palacio que decidió abrir al menos dos investigaciones judiciales contra el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, quien por instrucciones presidenciales ha intentado atemperar excesos del órgano responsable de la procuración de justicia en el país, señalado de estar sometido a enconos personales de su titular.
Ayer mismo, mientras muchos mexicanos se obstinaban en mantenerse en el concienzudo papel de peritos en pistas, torres de control, trazados aeronáuticos y franquicias alimenticias en salas de espera, uno de los 11 ministros de la Corte daba a conocer de manera oficial (no mediante intercepciones al rudo Gertz de telefonemas con otro miembro de la Fiscalía Personal de la República, Juan Ramos, usual depositario de las mejores encomiendas particulares de su jefe) el proyecto de resolución, que el próximo lunes votarán él y sus demás compañeros togados, mediante el cual quedarían en libertad las dos mujeres acusadas arrolladoramente por el mencionado Gertz de omitir cuidados en la fase final de su hermano Federico, al que la novelería de temporada adjudica ejercicios en vida de salvaguarda y ocultamiento de millonarios fondos en dólares y en el extranjero del poderoso Alejandro, súbito investigador no sólo en la FGR, sino también en el Conacyt.
Ante los giros del libreto complicado que se va desarrollando, el máximo jefe político (de acento tropical en su habla), que fue quien recicló a Gertz y a Sánchez Cordero, y empoderó a Scherer, ha decidido tratar de dar la vuelta a la página y dejar todo en los senderos de empantanamiento del sabido proceso judicial (¿a cargo del propio fiscal Gertz?).
Las acusaciones contra Gertz, ventiladas desde hace meses en medios de comunicación y que llegaron al punto climático con la divulgación de sus llamadas telefónicas, exhiben el abuso del poder y el uso del presupuesto para procesar las venganzas personales del fiscal, sea el encarcelamiento de su excuñada, sea la toma de un plantel universitario, sea la amenaza de meter a Almoloya a los científicos que no lo quisieron recibir con abrazos. Pero también el expediente de Gertz contra Julio-Scherer radiografía niveles de corrupción, enriquecimiento ilícito y extorsión desde Palacio Nacional que ponen en jaque al presidente de México.
Si gana uno, gana el otro, o pierden los dos, en cualquier escenario, el derrotado es López Obrador. Es la implosión. El conflicto Gertz-Scherer es la definición de “destrucción mutua asegurada”, que puede hacer añicos lo que queda de la administración de López Obrador.
Fuentes: Diarios, revistas e internet
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