6 de mayo de 2020

Tunguska La explosión de 1908. Nueva teoría


La roca espacial o bólido de Tunguska fue una explosión de muy alta potencia ocurrida sobre las proximidades del río Podkamennayaen Tunguska (Evenkía, Siberia, Rusia), ocurrida a las 7:17 del día 30 de junio de 1908. El fenómeno alentó más de 30 hipótesis y teorías de lo ocurrido. La detonación, similar a la de un arma termonuclear de elevada potencia, ha sido atribuida a una roca espacial dando lugar a nueva teoría mas cercana a lo sucedido en esa remota provincia de Rusia.



Historia del suceso 

El bólido, de unos 80 m de diámetro, detonó en el aire. La explosión fue detectada por numerosas estaciones sismográficas y hasta por una estación barográfica en el Reino Unido debido a las fluctuaciones en la presión atmosférica que produjo. Incendió y derribó árboles en un área de 2.150 km², rompiendo ventanas y haciendo caer a la gente al suelo a 400 km de distancia.


Durante varios días, las noches eran tan brillantes en partes de Rusia y Europa que se podía leer tras la puesta de sol sin necesidad de luz artificial. En los Estados Unidos, los observatorios del Monte Wilson y el Astrofísico del Smithsonian observaron una reducción en la transparencia atmosférica de varios meses de duración, en lo que se considera el primer indicio de este tipo asociado a explosiones de alta potencia.

La energía liberada se ha establecido, mediante el estudio del área de aniquilación, en aproximadamente 30 megatones. Si hubiese explotado sobre zona habitada, se habría producido una masacre de enormes dimensiones. Según testimonios de la población tungus —la etnia local nómada de origen mongol dedicada al pastoreo de renos— que lo vio caer, «brillaba como el Sol». Informes del distrito de Kansk (a 600 km del impacto), describieron sucesos tales como barqueros precipitados al agua y caballos derribados por la onda de choque, mientras las casas temblaban y en los estantes los objetos de loza se rompían.


El maquinista del ferrocarril Transiberiano detuvo su tren temiendo un descarrilamiento, al notar que vibraban tanto los vagones como los raíles.

 Estudio del suceso 

El estudio del suceso de Tunguska fue tardío y confuso. El gobierno zarista no lo consideró prioritario —algunas fuentes indican que tenían mucho interés en hacerlo pasar por una «advertencia divina» contra la agitación revolucionaria en curso—, y no sería hasta 1921, ya durante el gobierno de Lenin, cuando la Academia Soviética de Ciencias envió una expedición a la zona dirigida por el minerólogo Leonid Kulik. El clima permitió que la alteración de las huellas del impacto fuera muy poca. Hallaría un área de devastación de 60 km de diámetro, pero ningún indicio de cráter, lo que le resultó sorprendente.


En los años siguientes hubo varias expediciones más; en 1938 Kulik realizó fotografías aéreas de la zona, lo que puso en evidencia una estructura del área de devastación en forma de «alas de mariposa». Esto indicaría que se produjeron dos explosiones sucesivas en línea recta. En los años 50 y 60 otras expediciones hallaron microlitos cristalinos muy ricos en níquel e iridio enterrados por toda la zona, lo que refuerza la teoría de que pudo tratarse de un objeto natural de origen extraterrestre.

También se encontraron pequeñas partículas de magnetita. Creen que se trataría de un fragmento menor del cuerpo impactante (cometa o asteroide) y que chocó a velocidad reducida. No obstante, los resultados de esta expedición no son definitivos, puesto que habría que obtener muestras más profundas. Algunos científicos han puesto en duda esta hipótesis, ya que consideran extraño que se generara sólo un cráter menor, en vez de un gran cráter (como el Cráter del Meteorito, en Arizona) o un rosario de pequeños cráteres (como el meteorito de Sikhote-Alin, en Rusia, o Campo del Cielo en Argentina), además existen árboles en el lago que aparentan tener más de cien años.

Crónicas de los supervivientes 

Los supervivientes de la zona afectada por la explosión la describieron como un hongo gigante que se elevaba por los aires. Los animales huyeron, y las tiendas de los tunguses ubicadas a más de 50 km de distancia volaron por los aires.


Explosión de Tunguska: el meteorito que no ‘quiso’ quedarse con nosotros 

Esta nueva teoría explicaría por qué nunca se han encontrado restos del objeto espacial que originó la explosión. En su momento se apuntó a un objeto espacial como principal responsable de lo sucedido. Posiblemente se desintegró al cruzar la atmósfera, generando una onda de choque que sacudió la superficie terrestre más cercana, como si de un inmenso latigazo se tratase. Sin embargo, había varias incongruencias en esta teoría. Por ejemplo, ¿dónde estaban los restos de aquella roca? Esta pregunta ha generado un gran número de posibles teorías, aunque solo unas pocas han sido aceptadas como posibles. La última de ellas acaba de publicarse en Monthly Notices of the Royal Astronomical Society, de la mano de un grupo de científicos de las Universidad Federal de Siberia.

Según ellos, es lógico que no se encontraran restos de aquella roca, porque esta nunca llegó a quedarse con nosotros. La misteriosa explosión de Tunguska Tras un fenómeno de las características de la explosión de Tunguska, es lógico encontrar algún cráter en la zona en la que cayeron los fragmentos del objeto que la originó. No se han encontrado cráteres ni fragmentos de meteoritos cercanos al lugar de la explosión Además, suelen hallarse restos de estos trozos de roca a lo largo de la zona afectada. No obstante, ni entonces ni con el paso de los años se ha logrado dar con ninguna de estas dos pistas. Inicialmente se pensó que un lago cercano podría ser el misterioso cráter, pero con el tiempo se descubrió que era mucho más antiguo. ¿Qué ocurrió entonces? ¿Se habían desintegrado los fragmentos hasta desaparecer?


Los autores de este reciente estudio tenían una teoría que podía contestar a esas y a otras preguntas. Podría ser que en realidad aquel objeto espacial hubiese estallado al cruzar nuestra atmósfera, para luego volver de nuevo al espacio. El proceso, según han comparado ellos mismos, sería como el de una piedra que rebota en la superficie del agua, dejando tras su efímero paso una onda, que equivaldría a la onda expansiva que provocó la explosión.

Pruebas para demostrar su teoría 

Para comprobar si esto era posible, procedieron a elaborar un modelo, basado en los datos conocidos sobre otro suceso similar; que, de hecho, también ocurrió en Rusia, en la ciudad de Chelyabinsk. En 2013, un meteorito explotó sobre ella, causando daños en un área de 100 kilómetros de ancho y unas pocas decenas de kilómetros de largo. Casi 1.500 personas resultaron heridas, la mayoría de ellas leves, a causa de pequeñas contusiones o cortes con cristales rotos. Solo dos fueron ingresadas de gravedad. En aquel momento sí que se hallaron fragmentos del objeto espacial responsable de lo ocurrido. No obstante, la información sobre su composición y su “comportamiento”, así como algunos datos similares obtenidos de otro meteorito en los años 60, permitió elaborar un modelo de lo que pudo ser la explosión de Tunguska.

Comenzaron realizando simulaciones para meteoritos de diferentes tamaños y composiciones. Observaron que las temperaturas alcanzadas por fricción al cruzar la atmósfera son muy elevadas, por lo que un objeto de hielo y roca no habría podido soportarlas. Al contrario, uno de hierro, con una reducción de masa mínima, entrando en un ángulo poco profundo y manteniendo su velocidad por encima de la velocidad de escape de la Tierra, sí que podría lograr “rebotar” como la piedra sobre el agua, volviendo al espacio y perdiéndose en su inmensidad.

Los propios autores del estudio reconocen que necesitarían mucha más investigación para simular la onda expansiva y confirmar si están en lo cierto. Hasta entonces, al menos cuentan con una teoría plausible sobre lo que pudo ocurrir. Están un paso más cerca de saber lo que ocurrió.

Hasta entonces, la explosión de Tunguska sigue y seguirá siendo misterio.


 Fuente: Internet, revistas, wikipedia

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